Dedicado a todos aquellos que compartieron valientemente sus luchas personales contra la salud mental, con la esperanza de que su valentía inspire una mayor comprensión y compasión hacia aquellos que sufren en silencio.
El Evangelio y la salud mental están interconectados porque ambos abordan la condición humana y nuestra necesidad de sanación gracia, compasión y restauración. Más importante aún, demuestran cómo deben responder los cristianos a un mundo que está en sufrimiento y quebrantado.
Por desgracia, existe un estigma en torno a la salud mental en los círculos cristianos, y muchas personas sienten vergüenza de buscar ayuda o apoyo. Pero la verdad es que los problemas de salud mental son comunes y pueden afectar a cualquiera, independientemente de su fe, cultura, raza o situación socioeconómica.
Como cristianos no podemos ignorar la realidad de que toda la creación se vio afectada negativamente por la caída. En consecuencia, nuestros cerebros también están expuestos a encontrarse con daños. El cerebro humano es un órgano como cualquier otro órgano de nuestro cuerpo. Es susceptible a enfermedades, degeneración y deficiencias en el funcionamiento.
La salud mental puede afectar a nuestra capacidad de conectarnos con Dios y de participar en prácticas espirituales. El estado de nuestra salud mental puede interferir en nuestra forma de relacionarnos con Dios. Los trastornos mentales pueden dificultar que sintamos la presencia de Dios en nuestras vidas, que confiemos en su bondad y que creamos que nos ama y se preocupa por nosotros. Esto puede dar lugar a sentimientos de separación o alejamiento de Dios, así como a sentimientos de hostilidad o animosidad hacia Él.
No se suponía que fuera así. Las buenas nuevas del evangelio nos dan la esperanza de que un dia seremos liberados de nuestras aflicciones fisicas y mentales causadas por el pecado. El evangelio nos muestra que no estamos solos porque no tenemos un Dios que no pueda compadecerse de nuestras debilidades (Hebreos 4:15). Jesús se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14). Conoce el dolor y el sufrimiento.
“Fue despreciado y rechazado por la humanidad, varón de dolores, hecho para el sufrimiento. Todos evitaban mirarlo; fue despreciado, y no lo estimamos. Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores;”
Isaías 53:3-4
La encarnación de Cristo es un poderoso recordatorio de cómo estamos llamados a seguir sus pasos sirviendo a los que sufren. Jesús dejó su hogar celestial para entrar en nuestro mundo quebrantado. Se hizo humano y vivió entre nosotros. Del mismo modo, si queremos seguir los pasos de nuestro Salvador, debemos entrar en el quebrantamiento de quienes luchan contra problemas de salud mental y traumas. Estamos llamados a encontrarnos con los demás donde están y a caminar a su lado en sus luchas. Estamos llamados a escuchar sus historias, empatizar con su dolor y ofrecerles la gracia, el apoyo y la compasión que necesitan.
Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos
consolar a todos los que sufren.
2 Corinthians 1:3-4
La Biblia está llena de historias de la compasión de Dios por los que sufrían, estaban enfermos y eran vulnerables. Como seguidores de Cristo, se nos pide que participemos en mostrar esa misma compasión a las personas que sufren con problemas de salud mental.
La salud mental y el trauma son los campos de misión más desatendidos del siglo veintiuno. Como cuerpo de Cristo, tenemos la responsabilidad colectiva de velar por la salud mental de los demás. La humildad, la compasión, la gracia y la voluntad de entrar en el quebrantamiento de la vida de las personas son claves esenciales para apoyar a quienes han sufrido traumas o tienen problemas de salud mental. Al hacerlo, podemos ofrecerles esperanza, curación y el amor de Cristo de una manera tangible.


